Entre la selva y los cenotes de Puerto Morelos, donde aún se escucha la lengua maya en las calles y se honra a los aluxes con respeto, la comunidad de Leona Vicario acaba de recibir un reconocimiento que marca un antes y un después en su historia: ha sido oficialmente nombrado Pueblo Indígena Maya.

Este nombramiento, otorgado por el Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas (INPI), no solo representa un acto simbólico, sino un reconocimiento tangible a la identidad viva de una comunidad que ha sabido conservar sus raíces con orgullo y resistencia. Más del 40% de sus habitantes habla maya, celebran el Hanal Pixán como parte del ciclo de la vida, curan con medicina tradicional, y mantienen una organización comunitaria profundamente conectada con sus saberes ancestrales.

La constancia fue entregada por Margarito Albornoz Cupul, representante del INPI, en una ceremonia cargada de emoción y sentido de pertenencia. Con este reconocimiento, Leona Vicario se suma al Catálogo Nacional de Pueblos Indígenas, ahora integrado por 70 comunidades originarias, lo que le permitirá acceder a fondos y programas federales destinados a preservar y fortalecer su cultura. Recursos que, además, podrán ser gestionados directamente por sus habitantes, conforme a sus propias prioridades.

Este nombramiento no implica la existencia de zonas arqueológicas o grandes vestigios materiales, sino algo aún más profundo: una continuidad cultural que se manifiesta en la lengua, las costumbres y la forma en que se entiende la relación con el territorio. En Leona Vicario, los caminos de piedra, las festividades comunitarias y las creencias en los guardianes de la naturaleza hablan de una historia que sigue latiendo.

Que una comunidad como esta reciba un reconocimiento formal por parte del Estado mexicano es también una invitación a mirar con otros ojos el presente de los pueblos indígenas. A entender que el patrimonio no está solo en los museos o en las ruinas, sino en las voces que aún pronuncian palabras antiguas, en las manos que tejen, siembran y curan, y en los rituales que conectan la vida cotidiana con el alma del mundo.